La salud mental en Perú, un gran reto después del Covid 19

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Médicos que lucharon por su vida en Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), un equipo que permitió a más de mil pacientes despedirse de sus familiares a través de una videollamada e historias de deudos que sobrellevan sus duelos nos permiten profundizar y reflexionar sobre la importancia de una paridad entre la salud física y mental en Perú.

Lima, Perú

Por: Karla Velezmoro

Cada vez que el médico intensivista Rodney Garay Bernuy escucha las alarmas de un ventilador mecánico o de una bomba de infusión, la que administra los medicamentos, suda profusamente y le da taquicardia. 

«Esos sonidos me generan una reacción. No tengo temor, nada, pero siento esa reacción» comenta el doctor Garay, quien continúa recibiendo terapia psicológica para superar las secuelas que le dejó la batalla que libró contra el Covid – 19 hace dos años.

«Ocho meses recibí medicación farmacológica y sesiones psicológicas continuas. Pero ahora tengo una sesión psicológica cada dos meses. Ya no tengo problemas de sueño, ni tampoco reacciones airadas y abruptas, estoy manejando mejor la ansiedad y la depresión», menciona el médico. 

Hoy, dos años después de luchar contra el Covid

Desde hace dos años, que luchó contra el Covid 19, no ha regresado a ejercer como intensivista. 

Aunque se siente más estable mental y emocionalmente, aún no le dan de alta. Por ahora su reincorporación al hospital, la cual ha ayudado en su proceso, ha sido en el área administrativa.

Mientras me cuenta que espera poder regresar el próximo año a la Unidad de Cuidados Intermedios, me muestra lo que por el momento es su oficina en el Hospital Nacional Alberto Sabogal, uno de los más importantes de la región Callao, el principal puerto del Perú. 

El Doctor Garay, tuvo una segunda oportunidad

El doctor Garay es un sobreviviente. Estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos por 63 días. Fue intubado y le hicieron una traqueotomía.

En total, estuvo 77 días hospitalizado, de junio a setiembre del 2020.

Este duro proceso, sumado a la rehabilitación que tuvo que seguir para recuperar la movilidad del cuerpo, lo llevó a experimentar una montaña rusa de emociones: desesperación, angustia, ansiedad, confusión, frustración.

A sus 60 años, logró vencer al COVID-19 pero le dejó secuelas físicas como la fibrosis pulmonar que padece y psicológicas como el estado emocional de labilidad (cambios abruptos de humor) que intenta superar con tratamiento y con el apoyo de su familia y colegas.

Dr. Rodney Garay -Médico Intensivista – Hospital Sabogal, Bellavista, Perú. Foto: Victor Mallqui

Como el Dr. Garay las historias de médicos que enfrentaron la muerte recorren todo el país, conoce en este podcast realizado por nuestro equipo de periodistas, historia de Harold Cervantes, el médico que venció la muerte después de contagiarse del Covid – 19 trabajando en la Amazonía Peruana.

La salud mental, una prioridad después de la pandemia en Perú

La pandemia ha impactado de una u otra forma en la salud mental de los peruanos. Pérdida de seres queridos, pérdida del empleo, pérdida del libre tránsito durante las olas más álgidas de la enfermedad, pérdida de la socialización, pérdida del mundo como lo conocíamos.

Consecuencias reales

Según la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud del Perú los problemas más frecuentes que atiende el sistema de salud mental son los trastornos de ansiedad y de depresión.

El médico psiquiatra Víctor Cutipé, Director de Salud Mental, afirmó que ambos trastornos se han incrementado después de la pandemia.

Precisó que en el año 2021 atendieron 432, 504 casos de ansiedad, cifra que se ha triplicado desde que el servicio de salud mental peruano empezó a realizar un registro de casos en el 2009.

En el caso de los cuadros depresivos, la cifra se ha duplicado. Al finalizar el 2021 atendieron 232,831casos a diferencia de las 105,000 atenciones del 2009.

Médico psiquiatra, Victor Cutipé, Director Ejecutivo de Salud Mental del MINSA.

En Perú ha aumentado la oferta de servicios de salud mental

Frente a esto, es pertinente mencionar que el aumento de las cifras coincide también con la mayor oferta de servicios que hoy existe al haberse implementado los centros de salud mental comunitarios. Pero que aún es insuficiente.

Según la Plataforma de Seguimiento de las Acciones de Salud Mental, hasta agosto del presente año, el Ministerio de Salud (Minsa) ha efectuado 4 millones 264,042 atenciones a un 1’048,120 personas. 

La  Dirección de Salud Mental proyecta que a diciembre de 2022 se realicen más de 6 millones de atenciones para más de un millón y medio de personas, cifra que superaría a la registrada en años anteriores. 

Si bien los adultos son los que más se han atendido por problemas de salud mental (35.18%), hay una preocupación por el incremento de las atenciones a niños y adolescentes, ambas poblaciones suman un 31,5%.

Centros de Salud Mental Comunitarios en Perú

Centro de Salud Mental Comunitario KUYANAKUSUN Por: Victor Mallqui

Al respecto, Alex Rázuri, Jefe del Centro de Salud Mental Comunitario KUYANAKUSUN del Cercado de Lima, precisó que la post pandemia ha sido muy perjudicial para la población en edades extremas:

  • Niños y adolescentes: debido a una dinámica familiar alterada.
  • Adultos mayores: por su situación de jubilación y al abandono por parte de sus hijos.

Por estas causas y condiciones, los cuadros de ansiedad y depresión empiezan a surgir.

KUYANAKUSUN atiende cada día a un promedio de entre 115 y 170 personas. Después de la pandemia, su número de atenciones se incrementó en un 100%.

“Nosotros vemos a todo el cercado Lima, una jurisdicción que abarca a unos 550,000 habitantes aproximadamente, Sería de gran ayuda contar con más centros de salud mental”, comentó Ràzuri. 

Actualmente existen 248 centros de salud mental comunitario, un modelo de sistema de atención que existe solo en Brasil y Chile, pero aún continúa siendo insuficiente.

“Históricamente teníamos un 10% de cobertura y un 90% de brecha de atención. Actualmente esperamos llegar a fin de año con un poco más del 30%. Si tuviéramos el 10 % de presupuesto de salud tendríamos servicios mucho más solventes a nivel nacional”,  afirmó el doctor Cutipé, Director Ejecutivo de Salud Mental del Ministerio de Salud.

Actualmente el presupuesto es del 2.3% de lo asignado al sector salud

“La Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo un llamado desesperado a todos los Estados para invertir más en los servicios de salud mental teniendo en cuenta que desde el inicio de la pandemia ya se preveía la afectación futura a la población fundamentalmente por las consecuencias de la pandemia: población que tuvo pérdidas de familiares y pérdidas en sus condiciones de vida más aún cuando sabemos que en los adultos el principal factor de protección de su salud mental es la seguridad financiera y la seguridad en el trabajo”, explicó.   

Aún así lograron poner en marcha  diversos planes durante la pandemia como los “Hogares protegidos”, residencias para personas con trastornos mentales severos que viven en las calles.

Así como también un proyecto piloto que permitió a cerca de 1,500  pacientes de Covid -19 despedirse de sus familias a través de una videollamada antes de morir.

La última llamada

«Mamá, eres la mejor mamá del mundo. Me siento orgullosa de ser tu hija. Te amo, todos te quieren mucho, todas las personas que ayudaste han estado haciendo cadena de oraciones por ti, te quieren mamá. Te agradezco por todo lo que me has dado. Nosotras siempre hemos sido las dos”.

Esta es la carta que Karina, así la llamaremos, le leyó a su madre quien perdía la batalla contra el COVID-19 en el Hospital de Emergencias de Villa El Salvador, el  distrito más grande  del sur de Lima.

Karina podía ver a su madre a través de la pantalla del teléfono celular. Pero su madre estaba con los ojos cerrados. Casi no podía respirar. Su pronóstico era malo. Con la voz quebrada continuó.

“Te agradezco por todos los valores que me enseñaste, los voy a mantener, voy a mantener el negocio por lo que te has esforzado mucho, yo me encargaré de eso …. Ya descansa mamá siempre te recordaré como esa mujer fuerte …».

Karina no pudo terminar de leerle su carta, empezó a llorar. Vio entonces como su madre derramaba unas lágrimas. La había escuchado. Karina pudo despedirse de ella, una oportunidad que no tuvieron miles de familias peruanas.

En el Perú más de 200,000 personas han fallecido a causa del COVID-19.  Durante las dos primeras olas, la situación de emergencia llegó a tal punto que el sistema de salud colapsó. La gente moría esperando encontrar una cama UCI. Fue en medio de esta situación, que surgió “La última llamada”.  

Una manera de dar el último adiós

“Las familias no podían ver a su familiar que estaba internado. Se les informaba a través de llamadas telefónicas su estado de salud. Las familias vivían en constante angustia y miedo ante el sonar del teléfono. Cuando la gente moría los cajones salían cerrados  y surgían entre los familiares las preguntas: será o no mi familiar», cuenta Jessica, Psicóloga del equipo de «La última llamada».

Jessica vio junto otros colegas la necesidad latente de poder generar un contacto entre los pacientes y su familia, para así trabajar el duele anticipado. Una iniciativa que ya se trabajaba con los pacientes oncológicos en otros lugares.

Fue así como se puso en marcha en el Hospital de Emergencias de Villa El Salvador, la iniciativa de «La última llamada».

Paciente de COVID-19 del Hospital de Emergencias de Villa El Salvador recibe videollamada de su familiar. Foto: Cortesía HEVES

La coordinadora del proyecto, la médico psiquiatra Linda Gonzáles explicó, que al tratarse de un equipo pequeño, decidieron trabajar con los pacientes con pronóstico desfavorable porque eran los que necesitaban más soporte emocional.

“La lista de pacientes a la espera de una cama UCI era de 100. Trabajamos, entonces, con aquellos pacientes con alto compromiso pulmonar, que presentaban comorbilidad y que estaban en esa lista de espera, que saturaban entre 70 y 80”, precisó.

Una carta de despedida

Se contactaban, entonces, con las familias y las preparaban para el duelo anticipado. Les pedían escribir una carta de despedida para su familiar en las que expresaran afecto, agradecimiento, pidieran perdón y perdonaran, una carta que leerían a través de una videollamada.

“Diariamente realizamos 15 videollamadas aproximadamente. Pero hubo momentos en que llegamos a 25. La mayoría de pacientes aceptaban comunicarse con sus familiares, otros no aceptaban porque no querían que sus familiares los vieran en mal estado de salud”, recordaba la doctora Linda Gonzales.

Durante la primera ola eran adultos mayores los que fallecían, en la segunda ola pacientes adultos. “Hubo un paciente joven, de 38 años. Tenía dos hijitas, una de ocho y otra de cinco años. Me recordaba mucho a mi esposo. Durante la videollamada se despidió de toda su familia y de sus niñas.  Cuando esta llamada terminó ya no podía respirar, no podía comer. Recuerdo como me rogaba por una cama UCI, qué impotencia que sentí…”, la doctora Gonzáles hace una pausa y se quiebra y entre lágrimas continúa:  “No me imagino a mi niño pequeño despidiéndose así de su padre”.

«Fue gratificante ayudarlos a tener ese último contacto»

Giulliana Macedo, otra de las psicólogas que formó parte de este equipo y que hoy es la Coordinadora de Salud Mental del Hospital de Villa El Salvador, recuerda que lograron encontrar una cama UCI para este paciente en otro hospital, pero que lamentablemente en el camino falleció. “Ver morir a tanta gente en tan corto tiempo,  ver que se despiden no es fácil, pero fue gratificante ayudarlos a tener ese último contacto”, me dice.

Cada integrante del equipo de la “última llamada” recuerda los casos que asistió, a las madres preocupadas hasta el final por dejar todo dispuesto para que sus hijos continúen sus vidas; a padres pidiendo perdón, expresando sus sentimientos y  diciendo “te amo”; a sus hijos; a esos pacientes con los que compartieron su última cena.

“Si te toca partir porque no respondes al tratamiento importa también como partes, importa partir acompañado”, enfatiza la psicóloga Salazar. “Era lo que los pacientes se merecían, despedirse de sus familias”, añade la psiquiatra González.

La médico psiquiatra Linda Gonzales y las psicólogas Giulliana Macedo y Jessica Salazar, integrantes del equipo de “La última llamada”. Foto: Cortesía HEVES

“Estoy en la puerta 2 del hospital, he venido a recoger el certificado de defunción. Mi mamita falleció, agradezco todo lo que hicieron por mí, me sentí acompañada en todo este proceso, me siento triste por la partida de mi mamá y a las vez tranquila porque sé que hice todo lo que pude, mi mamá no se fue sola yo la acompañé hasta el último momento …”, le dice Karina al equipo de tu Última Llamada quien expone este caso en diferentes eventos académicos.

«El tener los recursos para cuidar la salud mental en las peores condiciones, no es un además, es un derecho»

“La salud mental es un derecho, es también un medio y es un fin. El sentirse bien es un fin,  pero también es un medio para la satisfacción, el desarrollo y la realización de la persona pero también para el desarrollo de la propia sociedad. El tener los recursos para cuidar la salud mental en las peores condiciones, no es un además, es un derecho”, aclara el Director de Salud Mental del Ministerio de Salud, Yuri Cutipé.

La última llamada y la llegada de la vacuna

El equipo de “La Última Llamada” realizó, valga la redundancia, su última videollamada el 2 de setiembre de 2021.

Después este equipo, que fue integrado por diez profesionales, todos han regresado a sus labores habituales que tenía antes de la pandemia en el hospital; ya con un panorama distinto, pues con el inicio de la estrategia nacional de vacunación desde el 9 de febrero del 2021, personal médico se volcó al proceso de vacunación. 

En el Perú, más del 70% de la población adulta en la actualidad cuenta con las tres dosis de la vacuna contra el COVID-19 y  más del 90% con al menos una, según registra el Ministerio de Salud.

Sin embargo, este proceso de vacunación está bajo la lupa por las alarmas lanzadas por la Contraloría General de la República por las pérdidas de vacunas próximas a vencer.

Desde el 1 de octubre pasado en el Perú las mascarillas solo se usan en hospitales, transporte público y lugares cerrados; es así, como para las miles de personas que han perdido seres queridos, hoy sentir menos temor en las calles es una voz de aliento en medio del dolor. 

Lea también: 30 meses del Covid-19 en México: falta de médicos, hay barreras del lenguaje y zonas donde aún «ni saben qué es el virus»

El duelo, afrontar la muerte de un ser querido

Las lecciones aprendidas en este proyecto, que buscaba reducir los duelos patológicos y las enfermedades asociadas a la salud mental de los familiares que no lograron despedirse adecuadamente de su ser querido, suelen darse a conocer en espacios académicos y se espera que en su momento sea replicable en casos de pacientes con enfermedades terminales.

Miles de familias peruanas están afrontando duelos atípicos al no haber tenido la oportunidad de despedir a sus familiares por las restricciones propias que se dispusieron por el COVID-19. Unos lo hacen recibiendo terapia psicológica o tratamiento psiquiátrico, otros apoyándose en el soporte que les dan sus familias y amigos. 

Paola y su familia reciben terapia psicológica familiar por la pérdida de su hermano, pues al momento de su muerte toda la familia estuvo hospitalizada y solo se enteraron hasta que les dieron de alta. 

“Al principio ha sido muy difícil, sobre todo, para mis padres. Ha pasado más de un año y entiendo que debo aprender a vivir con esto. Pero la Navidad, los cumpleaños, son realmente muy duros”, me comenta tras confesarme que se atienden de manera particular por temor a una estigmatización en sus centros de labores.

Afrontar la pérdida desde la fe

Y así como hay quienes buscan superar el duelo recibiendo ayuda psicológica, hay otros que se aferran a su fe como al tronco de un árbol en aguas turbulentas.

Ese es el caso de Iliana, quien  ha encontrado en la religión un refugio para sobrellevar el dolor que le ha dejado el COVID-19.

“Quizá me considere resiliente emocionalmente o aún no comienzo a procesarlo (el duelo). Perder a mi mamá, mi hermano y mi sobrino de 24 años en una semana, ver como el oxímetro marcaba cada vez menos y se iban muriendo de a pocos en sus camas,  resignándome a la suerte, al milagro y a sus respectivas fortalezas, me ha dejado en un shock que camina en un segundo plano, subconsciente, quizá porque hay q seguir adelante por mi hija, por la oportunidad de seguir con vida», narra Iliana.

«Si no hubiera existido mi hija hubiera abandonado la vida que tengo hoy por una de despojo y voluntariado y de ayuda misionera”, reflexiona Iliana, quien  perdió parte de su familia durante la segunda ola del coronavirus aquí en Perú.

Sanar el dolor apoyándose unos a otros

Y mientras unos hallan consuelo en la religión, hay quienes optan por canalizar su dolor ayudando a otros que sufren también la pérdida seres queridos.

Wilson perdió a su padre el 11 de mayo de 2020, cuando empezaba la primera ola del Covid-19.

“A dos años de que todo esto ha pasado. Yo creo que mi forma de sobrellevarlo ha sido un luto comunitario porque cuando mi papá falleció, muchos amigos fallecieron, padres de mis amigos, gente del trabajo, profesores, y una historia era más desgarradoras que la otra, grupos familiares enteros fallecieron y ver todo eso me hizo entender que había gente que estaba sufriendo mucho más que yo y que teníamos que transmitirnos apoyo. Todo esto me hizo entender que la muerte llega, quizá no debió ser de esa forma, pero al final la muerte nos va a llegar a todos”, comenta Wilson con una voz esperanzadora. 

Y precisamente aquellos que han visto la muerte de cerca comparten la lección que aprendieron en los que quizá hayan sido los momentos más difíciles de sus vidas. 

«Los pacientes que tenían la oportunidad de despedirse de sus familiares siempre se quejaban de no haber hecho lo que querían. Por eso hay que vivir el presente porque la vida en cualquier momento se nos va», me dice la psiquiatra Gonzáles.

Al instante, recuerda y me cuenta que ad portas de que se concluyera el proyecto de «La Última Llamada», decidió renunciar a su cargo para disfrutar de su niño pequeño y de llevarlo por primera vez a las clases. 

Hoy, después de un año, ha vuelto al hospital y retomado sus atenciones en el consultorio. Practica el mindfullness (meditación) para disfrutar más el presente.

Para el doctor Garay vivir el hoy es también su nueva forma de vida, decir abiertamente lo que siente también.

«No hay que guardar las cosas para después, si hay que decir algo a alguien o hay que conversar o compartir hay que hacerlo. Que luego lo hago, que después, no, lo que tengo que hacer lo hago», me dice decidido, pues el doctor Garay sabe que el COVID-19 le ha dejado secuelas para toda la vida, cicatrices que le recordarán que tiene que seguir adelante, que tiene una nueva oportunidad de vivir.

 

1 COMENTARIO

  1. Resumir todo lo q aconteció con los miles de muertos en l Perú a causa del COVID sería muy difícil , estoy segura q más de uno q estuvo internado y pudo salir airoso, podría hacer un libro con todo lo q vivió internado. Le pido a Dios q tenga misericordia del mundo.

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