En Argentina ya hay casi 110 millones de personas vacunadas contra el COVID-19, según informa el Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación.
Rosario, Argentina
Por Flavia Campeis y Jorgelina Tomasin
En Argentina, vacunar fue llevar esperanza
Fernando Cambría es el referente en el área de vacunación del Centro de Salud “Dra. Débora Ferrandini”, ubicado en el populoso barrio Ludueña, en el Distrito Noroeste de la ciudad de Rosario, en el sur de la provincia de Santa Fe.
Fernando ha vacunado, al menos, a 15 mil personas contra el COVID-19, llegando a vacunar a 90 pacientes por día desde mayo de 2021 en adelante. A la fecha continúa con la aplicación de la 4ta y 5ta dosis de refuerzo.
Fernando tiene 54 años, es licenciado en Enfermería egresado de la Universidad Nacional de Rosario y trabaja desde hace 33 años como enfermero. Trabajó 29 años en los sectores de Terapia Intensiva y Unidad Coronaria, con los enfermos más graves, en uno de los hospitales más grandes de Rosario y la región, el “Hospital Clemente Álvarez”.
Cuando llegó la pandemia y el aislamiento obligatorio a Argentina, el 20 de marzo de 2020, debió permanecer aislado por ser asmático. Comenzó a estudiar la especialización en Cuidados Críticos, porque -dice- no podía estar sin hacer nada.
En mayo de 2021 volvió a trabajar y esta vez no le tocó con los enfermos más graves, sino que tuvo el rol de dar esperanza: vacunar contra el virus que estaba matando a millones de personas en todo el mundo.
“Vacunar fue un nuevo desafío para mí, porque estaba acostumbrado a ver a gente internada y al venir a un lugar donde estaban los supuestamente sanos, es distinto ver otra comunidad, la enfermería desde otro punto de vista”, dijo.
Fernando vacunó a personas de todas las edades, desde bebés hasta una mujer de 102 años. Asegura que en sus años de experiencia nunca vivió algo así: “en 33 años no viví esto nunca y espero no volverlo a repetir. Fue muy duro porque la gente venía y agredía porque quería la vacuna, como si entraran a un supermercado a saquear, y no le podíamos dar la respuesta que ellos querían”.
Fernando se refiere a los momentos donde muchas personas del barrio acudían al Distrito municipal para recibir la vacuna contra el COVID-19, pero debían esperar a recibir un turno que se emitía desde la provincia y donde se le indicaba el lugar de vacunación y la fecha.
“Fue muy tenso, porque llegaban las personas por turnos asignados desde la provincia, pero había veces donde gente del barrio tenía que ir a varios kilómetros, al centro de la ciudad, a la Rural, a vacunarse y no tenían como ir hasta allá. Acá a veces podíamos hacerles lugar para que se pudieran vacunar y a veces no. Entonces se ponían tensos y la gente reaccionaba mal”, recordó Fernando y agregó: “la gente venía y quería la vacuna, la que sea, la que le salvara la vida, porque había muchas muertes en ese momento y había mucho miedo. Pero a veces no teníamos y se enojaban”.
Una labor titánica
Cuando comenzó la vacunación, en la época de mayor cantidad de aplicaciones, Fernando cuenta que se daban 600 turnos por día en su lugar de trabajo: “éramos 5 vacunadores y tres personas para cargar la información en el sistema. Era mucho para tan poca gente, venían alrededor de 550 personas por día”.
Muchas de las personas que eran vacunadas se sentían agradecidas, pero otras tenían miedo, pues nos sabía lo que les estaban poniendo. Para Fernando todo esto significó un «choque emocional» entre las ciudadanos y el personal médico que trabajó unido por sacar las largas jornadas de trabajo adelante.
La llegada de la vacuna a Argentina
En Argentina, la primera vacuna que llegó fue la rusa, Fernando recuerda aquel momento: “cuando empezamos a vacunar fue con la Sputnik, la que todos odiaron primero, la que todos querían después y la que después todos volvieron a odiar porque no les permitía irse del país, esa es la realidad, después vino la Sinopharm, la Moderna, y la Pfizer que fue como la reina, esa la querían todos. Ya hoy en día uno dice que hay tal vacuna, y la aceptan, es distinta la recepción”.
Cuando le preguntan a cuántas personas vacunó, se ríe, calcula que llegó a vacunar a 90 personas por día. Pero sobre todo recuerda un lugar al que llevó la esperanza: “me di el lujo con una compañera de ir a vacunar a la isla”.
En una lancha cruzaron el río Paraná, llegaron a las islas ubicadas frente a la ciudad de Rosario, y en una escuela isleña vacunaron a la población que allí vive: alumnos, maestras, padres, madres.
“Fue una experiencia hermosa, nos recibieron muy bien y fueron muy agradecidos”, recordó.
Vacunar fue nuevo para él, sobre eso, hizo un balance:
“La experiencia en sí es buena, hay algunos altibajos, pero para mí fue una excelente experiencia, no la volvería a repetir, preferiría que no, porque fue muy duro y cuando viene el malón de gente hay que estar” y concluyó: “la gente supo que la salud pública estaba a disposición y vinieron y vienen y buscan la salud pública”.
La salud a nivel nacional durante el COVID-19
El sistema de salud en Argentina es un sistema donde coexisten tres formas fragmentadas de acceder. Por un lado, se puede pagar y tener un servicio privado a través de coberturas prepagas, o contar con una obra social, en caso de que las personas accedan a trabajos con aportes al sistema de seguridad social.
La otra opción es acceder al sistema de salud pública, que constitucionalmente es para los 47 millones de argentinos y argentinas, pero que en la práctica accede mayoritariamente quien no tiene ningún tipo de cobertura.
Cabe señalar que el aislamiento social, preventivo y obligatorio por COVID-19 en Argentina, se dictó el 20 de marzo de 2020. Según un informe del Ministerio de Salud de Nación durante la pandemia se brindó atención a toda la población gracias a la ampliación del sector público.
Fue justamente en este sector donde se realizaron el 66% de todos los diagnósticos COVID-19 del país.
A su vez, el 60% de las personas que recibieron internación por este virus, aún teniendo obra social o prepaga, acudió al sistema público.
Una de las medidas a nivel nacional que más impactó fue que se duplicó la cantidad de camas con las que se contaba al inicio de la pandemia, incorporando 4.060 camas de terapia intensiva nuevas, de las cuales el 77% fueron para el sector público.
La salud en el territorio
Rosario es la tercera ciudad más grande del país, con alrededor de un millón de habitantes. Se encuentra a 300 kilómetros de la Capital Federal, Buenos Aires.
En la actualidad, existen 53 Centros de Salud que dependen del municipio local que se ubican en diferentes sectores de Rosario brindando salud pública y gratuita en los barrios, permitiendo que vecinos y vecinas no tengan que caminar más de 4 kilómetros para tener atención sanitaria.
Uno de los 53 Centros es el llamado “Dra. Débora Ferrandini”, se encuentra a ocho kilómetros del centro de la ciudad y funciona desde hace 14 años en un edificio donde también hay distintas oficinas municipales que atienden a la población, ese espacio es conocido como Distrito.
Este es un barrio donde históricamente han trabajado muchas organizaciones sociales, sobre todo en la década del 90, en un contexto de implantación de fuertes políticas neoliberales en Argentina que aumentaban las desigualdades.
Fue en este mismo barrio Ludueña donde en diciembre 2001, en medio de saqueos y de la crisis económica más grande que vivió el país, fue asesinado por la policía Claudio “Pocho” Lepratti, el principal referente social de esa zona, que trabajaba junto a la Iglesia por los más pobres en un comedor infantil.
El centro de salud “Dra. Débora Ferrandini” está ubicado en un gran predio, con espacios verdes en el frente y grandes árboles. En medio de este barrio de casas bajas, de familias trabajadoras, que en los últimos años se vio afectado por el recrudecimiento de la violencia producto del narcotráfico y la comercialización de estupefacientes, una zona que está custodiada por Gendarmería Nacional y la Policía Provincial.
Desde hace varios años, Ludueña, es uno de los focos más fuertes donde se producen enfrentamientos entre vecinos, producto de disputas de territorio, con un gran saldo de muertes violentas, sobre todo de jóvenes, muchos de ellos, pacientes del Centro de Salud.
El trabajo del primer nivel de atención
María Ines Stapaj tiene 38 años, es médica generalista y docente en la Universidad Nacional de Rosario. María Eugenia Di Pato tiene 29 años y es Trabajadora Social. Ambas son trabajadoras del Centro de Salud municipal “Dra. Débora Ferrandini”, que forma parte del primer nivel de atención.
El primer nivel es el que organiza el paso por los otros niveles de mayor complejidad. Cada población tiene una adscripción por territorio a un efector de salud y a su vez allí tiene un médico generalista de referencia quien tiene a su cargo a una población de alrededor de mil usuarios. Si se necesita acceder a un médico especialista, es el generalista quien hace la derivación.
Ante casos de mayor gravedad se deriva a un segundo o tercer nivel, que son hospitales con complejidades medianas o altas, donde hay Unidades de Terapia Intensiva (UTI).
En los Centros de Salud siempre se trabaja en equipo. Entre los profesionales se encuentran médicas y médicos generalistas y pediatras, trabajadoras sociales, psicólogas, odontólogos, personal administrativo y de farmacia.
La médica generalista María Inés Stapaj lleva más de 12 años trabajando en el ámbito público, ella explicó cómo se organiza la salud en la ciudad:
“Los centros de salud nacen en los años 90, una política que tiene más de 30 años, con la descentralización de una salud de calidad y con base en la atención primaria. Hubo una estrategia para descentralizar algunas especialidades médicas, entonces en este Centro de Salud, que funcionó como cabecera del Distrito Noroeste, hay también sub especialidades como cardiología, endocrinología, ecografías, entre otras”.
El trabajo que se venía realizando desde este Centro de Salud, al igual que en los otros 52 de la ciudad, se vio modificado a partir del 20 de marzo de 2020, cuando se comenzó en Argentina el aislamiento social, preventivo y obligatorio.
Recién a mediados de 2022, dos años y medio después, su personal de salud está empezando a volver a los modos de trabajo pre-pandemia. Pero los años que pasaron, cambiaron tanto el trabajo diario, como el modo de pensar la salud de ahora en adelante.
La saturación del trabajo durante las olas en Argentina
María Inés Stapaj vivió de primera manos las tres olas de contagios por el virus. En el país, la primera ola llegó sobre septiembre de 2020 hasta finales de noviembre.
La segunda ola, afectó a la población mayormente entre los meses de abril, mayo, hasta mediados de junio de 2021, momento en el que, según cuenta María Inés, los pacientes llegaban con insuficiencias respiratorias y se vivió una mayor saturación del sistema de derivación, pues los pacientes al llegar requerían de inmediato soporte vital (oxígeno terapia o derivaciones directamente a Unidad de Terapia Intensiva).
Por su parte la tercera ola, saturó específicamente el primer nivel de atención, pues la variante ómicron, en enero de 2022, aunque trajo menos mortalidad, si generó mucho más contagio y se saturó el método de diagnóstico.
«Llegó un momento en que teníamos casi al mismo tiempo el resultado del test a la par que la persona ya tenía que tener el alta médica, sin posibilidad de hacer un seguimiento», comenta María Inés.
Según María Inés, la tercera ola fue la que más afectó a los trabajadores del primer nivel de atención, pues no se encontraban preparados en términos de organización del equipo de trabajo.
«Nos encontró en un momento en que el personal de salud estaba de vacaciones después de no haberse podido tomar licencias durante mucho tiempo o había casos positivos de COVID-19 entre los compañeros, y claramente nos estábamos contagiando en el trabajo”, comenta.
Con la pandemia, cuenta que no hubo refuerzos de personal en los centros de salud ni más personal para que atendieran, “la política fue dedicarse exclusivamente a COVID-19, como si todo lo demás pudiera esperar. Entonces nos encontramos con lo más simbólicamente grave, por ejemplo, no pudimos ver a algunos niños por dos años y nos encontramos con problemáticas de desarrollo”, relata.
La salud mental de los trabajadores
Ante la llegada de cada ola, con los aumentos de pacientes contagiados y de muertes, la saturación de los equipos también impactó en su salud mental. María Inés Stapaj cuenta que muchos integrantes del personal de salud se tomaron licencias por salud mental pues la situación fue crítica.
«Muchos equipos humanos se rompieron por esto o mucha gente no quiere trabajar en el primer nivel por lo que significó, no solo a nivel mundial con lo que pasó, sino que tuvieron que enfrentarse con muertes tempranas, de pacientes jóvenes, con derivaciones que uno no estaba acostumbrado a hacer», comenta María Inés.
La médica cuenta que los Centros de Salud tuvieron que convertirse en pequeños hospitales, donde se dispuso todo el recurso humano para sacar adelante el trabajo, descuidando todo lo demás y afectando hasta su propia salud.
Durante la segunda ola, María Inés recuerda que “a la par que había más muertes, empezaba la campaña de vacunación que se descentralizó en los territorios y eso también implicó una triple carga, aunque positiva, pero a cargo de nosotros también, entonces fue un exceso de trabajo importantísimo”.
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Sobrecarga de los trabajadores del primer nivel
Los trabajadores del Centro de Salud atendían, hisopaban, realizaban el seguimiento telefónico de los casos, tenían toda la complejidad de pacientes que ya estaban tratando desde antes, más la vacunación por COVID-19, sin que se sumara más gente a trabajar en estos efectores.
La médica cuenta que incluso cuando se se enfermaban no les ponían reemplazos, sino que quienes quedaban debían suplir el trabajo, generando una sobrecarga en todos los sentidos, física como también mental.
Además, Stapaj comenta que que el recurso estuvo siempre puesto en el hospital, dejando un poco olvidado los centros de salud que prestan la atención primaria, lo que para ella es una desestimación a la importancia que tiene para la contención social el trabajo de este sector de la salud.
“Esto pasó en todo el país, no es algo que pasa en Rosario solamente, nos tenemos que preguntar dónde está la complejidad, si en una terapia intensiva o es igual o más complejo el acompañamiento que se hizo en el primer nivel, donde puede contenerse incluso socialmente un territorio con un conocimiento que no tiene cualquier otro trabajador. La política a nivel mundial en su mayor parte fue: si se mueren hay que reforzar la terapia, pero la estrategia de atención primaria, no se reforzó”, recalca la médica.
¿Existe la vuelta a la normalidad?
Para María Inés Stapaj en la actualidad Argentina trabaja en una “especie de normalidad”, porque aunque el Covid sigue existiendo, desde marzo de este año solo se hisopa a personas que tienen factores de riesgo o personal de salud.
Además, se cuenta con test rápidos en el Centro de Salud, lo que facilita el diagnóstico, aunque ya casi no se hisopa.
Así mismo, muchas políticas de cuidado se han ido disolviendo, gracias a una gran campaña de vacunación que se ha adelantado en el país, sumando a la llegada de variantes con síntomas más leves.
Es así como desde marzo de 2022, en el Centro de Salud ya no derivan a pacientes de gravedad por Covid-19 a otros niveles de atención.
Lo anterior, ha permitido que los trabajadores del primer nivel se hayan organizado para atender las necesidades de la comunidad y volver a pensar en estrategias de prevención y promoción de la salud.
“Que haya casos más leves también impacta en que la gente se quiera vacunar menos, entonces la tercera y cuarta dosis cuesta más colocar, hay que esperar, porque se entiende que la pandemia no terminó y que todavía podría haber otra situación compleja”, dijo Stapaj.
Vacunación en la actualidad en Argentina
En Argentina, hasta octubre de 2022 se han aplicado 109.867.843 dosis de vacunas contra el COVID-19. Desde el Ministerio de Salud de Nación se ha elaborado un mapa que permite ver en tiempo real la cantidad de vacunas que se aplicaron por provincia en el país.
Actualmente, las personas con esquema completo de vacunación llegan a 37.866.569 y 41.023.111 aquellas con esquema iniciado, lo que arroja que un 83% del total de la población tiene al menos una vacuna aplicada.
En julio de 2021, Argentina llegó a ocupar el primer puesto mundial por la cantidad promedio de dosis diarias aplicadas cada 100 personas, según los datos publicados en el sitio Our World in Data de la Universidad de Oxford.
El informe del sitio especializado reportó que la Argentina, con 0,87 dosis cada 100 personas, superó a países como Italia (0,86 vacunas cada 100 habitantes), Francia (0,84), China (0,82) y Alemania (0,76). En la región, detrás de la Argentina se ubicó Brasil con un ritmo de vacunación de 0,62 dosis cada 100 personas en el promedio semanal.
Cabe recordar que en abril de 2021, Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en producir la vacuna Sputnik V, con un número que supera los 6 millones de dosis.
Desde hace unos meses varias provincias comenzaron la vacunación contra el COVID-19 en niños desde los 6 meses a los tres años. La vacuna adoptada para vacunar a este grupo infantil es la Spikevax del laboratorio Moderna especialmente diseñada para niños de corta edad.
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Viruela Símica sin mayor presencia en Argentina
En comparación con las personas afectadas por COVID-19 en Argentina desde el comienzo de la pandemia, que fueron 9.703.938 casos confirmados, con 129.855 muertes hasta la fecha, para mediados de septiembre de 2022, la Viruela Símica, conocida como “Viruela del mono”, no tuvo gran incidencia en la población de este país.
Hasta el 13 de septiembre se habían confirmado 265 casos, todas personas mayores de edad, de entre 18 y 61 años. Todos los casos, menos uno, son hombres. Hasta el momento no se han registrado situaciones graves ni muertes por esta causa en el país, según el boletín epidemiológico que emite el Ministerio de Salud de la Nación.
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