Las mujeres con el pasar del tiempo han mostrado su capacidad de resiliencia y organización para hacerle frente a situaciones muy difíciles y defender sus derechos frente a los feminicidios en Perú, durante la pandemia no fue la excepción.
Por: Karla Velezmoro
A Rosemary Caldas Félix nadie más la volverá a llamar ‘chikibaby’. “Mi hermana era muy bromista, muy alegre. Yo le decía chimoltrufia y ella, chiquibaby”.
Rosemary no puede evitar que la invada la melancolía y la impotencia al recordar que han pasado casi tres años del crimen de su medio hermana menor, Lesly Vicente Félix, y aún no identifican a quien la mató.
“Tenía tan solo 19 años, estudiaba Ingeniería Civil en la universidad. A pesar de que ella era la más pequeña de todos los hermanos era la más madura, era bien centrada, siempre nos daba ánimo y nos aconsejaba: ‘nunca te rindas, me decía’”, recuerda con melancolía.
A Lesly la asesinaron la madrugada del 15 de julio de 2020 en la ciudad de Tingo María, en plena pandemia. Lesly vivía en el segundo piso de una casita de madera que formaba parte del predio de su cuñada. Hasta allí llegó el asesino para atacarla.
De un golpe le voló los dientes, la apuñaló tres veces por la espalda y le cortó el cuello.
“A mi hermana intentaron violarla. Ella se ha defendido, se le nota en las uñas. Me llama la atención que nadie haya escuchado nada. Hay sospechosos, pero la justicia no hace su trabajo”, comenta mientras se lamenta que una vez más, por quinta vez, se cambie al fiscal del caso, lo que no permite que las investigaciones avancen.
“A los asesinos les toman más en cuenta. No hay empatía con las víctimas. Nosotros también somos víctimas”, afirma.
La violencia no se confinó
Ni la pandemia evitó que las cifras de feminicidios en Perú aumentaran. En el 2020, primer año del confinamiento para contrarrestar el covid-19, ocurrieron 131 feminicidios, y en el 2021, segundo año, la cifra llegó a los 136 casos.
Las cifras revelan también que en 76 de los casos de feminicidios en Perú registrados en el 2021, los presuntos feminicidas eran pareja o exparejas de las víctimas.
Otro dato importante es que 19 de las mujeres asesinadas fueron reportadas previamente como desaparecidas. Otras cifras que generan preocupación son los intentos de feminicidios en Perú que alcanzaron los 123 en el 2021.
“La pandemia exacerbó las situaciones de violencia. Los hogares que ya vivían violencia se convirtieron en un espacio de riesgo porque durante la cuarentena los agresores se quedaron en casa y prácticamente tenían acceso 24/7 a las víctimas. Las mujeres se quedaron a merced del agresor”, precisó Patricia Garrido, directora de la unidad de articulación del Programa Aurora, quien indicó, además, que durante el primer año de pandemia se duplicaron las llamadas recibidas a la línea 100, ante la imposibilidad de las víctimas de denunciar presencialmente.
En el 2020 se recibieron más de 235 mil llamadas denunciando situaciones de violencia y estas llamadas no siempre eran realizadas por las víctimas sino por las vecinas o vecinos que daban la voz de alerta.
Madres que luchan
Ante esta realidad era necesario unir fuerzas para luchar contra la impunidad. Así lo entendió Rosemary, quien decidió formar parte de la ‘Asociación de Madres luchando por Justicia’ el 20 de junio del 2020, primer año de la pandemia.
“Si no fuera por ellas estaría desorientada”, reflexiona.
Magaly Aguilar Cortez es la fundadora de esta organización. Formó esta asociación hace dos años, en plena pandemia.
“Me di cuenta de que no estaba sola, En el camino encontré más mujeres que lidiaban con procesos judiciales engorrosos sin apoyo alguno, Por qué no unirnos para visibilizar nuestros casos, pensé”, afirma Magaly.
A todas las unía el dolor de ser víctimas directas o indirectas de la violencia. La asociación se hizo, entonces realidad para luchar contra los feminicidios en Perú.
“Somos hijas madres y hermanas de víctimas de feminicidio, transfeminicidio, violencia sexual, desaparecidas y homicidio. Esta fundación la integramos cuarenta mujeres y once niñas que estamos empoderando para que continúen con esta lucha por justicia”, comenta Magaly, a quien le arrebataron a su hija de tan solo 19 años de edad.
Escucha la historia de Magaly aquí:
Los recuerdos del dolor
Sheyla Torres Aguilar era la hija de Magaly. Era una joven alegre y con muchas ganas de ejercer en el futuro la carrera que estaba estudiando: Obstetricia.
“Le entusiasmaba mucho la idea de traer vidas al mundo”, recuerda Magaly. Pero todo esos sueños se desvanecieron el 14 de marzo del 2018 cuando su expareja Romario Aco Rodriguez decidió acabar con la vida de Sheyla.
Los últimos minutos de vida de Sheyla quedaron registrados en una conversación por WhatsApp que mantuvo con su mejor amiga. La angustia de la joven al notar que Romario estaba merodeando su casa intentando hablar con ella a cómo diera lugar para convencerla de volver con él.
— Sheyla, ya estoy saliendo. ¿Sigue ahí (Romario)? ¿O ya se ha ido?
— No, no se va.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. Romario había ingresado por la ventana a la casa de Sheyla y la atacó cortándole la yugular. Una hora después la Policía llegó y encontró a la joven, en pijama, tendida en el piso sobre un charco de sangre.
La lucha por la justicia
Magaly considera que el Estado no le brindó la asistencia legal que necesitaba para alcanzar justicia para su hija, “Yo responsabilizo a la abogada del Centro de Emergencia Mujer y luego al fiscal. La abogada del CEM es culpable porque no estuvo en la primera audiencia, no estuvo en la lectura de sentencia. No le interesaba el caso de mi hija. Tuve una defensa muy precaria, por eso el asesino de mi hija consiguió una pena tan baja”.
Romario Aco inicialmente alegó que actuó en defensa propia, que solo se defendió de Sheyla, luego en juicio decidió confesar lo que pasó.
“Como tiene 19 años y se acogió a la confesión sincera le han dado solo 15 años de prisión. A los 34 años de edad, él recuperará su libertad para seguir haciendo daño”, se lamenta Magaly al hablar del criminal que violó y degolló a su hija.
Magaly, cansada de esperar una justicia que no llega, decidió organizarse con otras mujeres que sufren la misma situación con el fin de coordinar con los Ministerios de la Mujer y de Justicia la atención tanto legal como psicológica que se debe brindar a las víctimas de los casos de violencia contra la mujer.
“Necesitamos abogados que realmente tengan vocación de servir bien a los ciudadanos, que tengan ganas de hacer su trabajo. En el interior del país los dejan prácticamente sin defensa a los deudos de las víctimas”, afirma, indignada, Magaly.
Precisamente las mujeres de la «Asociación de Madres Luchando por la Justicia», que lidera Magaly, participaron el pasado 25 de noviembre de la marcha “Perú Machista: nos violan, matan y desaparecen”, que se realizó este año por el Día internacional de la Eliminación de la violencia contra la mujer.
Fotos: Víctor Mallqui.
Del machismo a los feminicidios en Perú
Y, ¿Cómo van las cifras sobre violencia contra la mujer este año 2022? Los números son alarmantes, pues cada tres días ocurre un feminicidio en Perú.
A la fecha se han registrado 109 feminicidios en Perú y 177 intentos de asesinatos contra mujeres. La mayoría de las víctimas tienen entre 18 y 34 años. Los agresores en el 70% de los casos son parejas o exparejas de las víctimas.
Otras cifras que preocupan son las que reporta el Centro de Emergencia Mujer: más de 130 mil atenciones a víctimas que han sufrido violencia, en tanto que el Servicio de Atención Urgente ha atendido más de 5 mil casos de violencia familiar, sexual y otros de alto riesgo.
Pero lamentablemente no todas las agresiones se denuncian. La defensora adjunta para los derechos de la mujer, Carolina Garcés, precisó que “solamente el 29% de las víctimas de violencia de género se atreven a denunciar, el resto no denuncia porque desconoce cómo hacerlo, tiene temor, vergüenza o desconfianza”.
Para Garcés, existe aún una discriminación estructural que está enraizada en la sociedad peruana y que hace que se considere a la mujer en una situación de inferioridad y de control.
Los números del machismo en el Perú
Y es que aún el machismo está muy arraigado en el Perú, tal y como lo demuestra la reciente encuesta realizada por IPSOS que entrega las mediciones sobre la actitud de los peruanos hacia las mujeres.
Los resultados revelan que el 29% de los peruanos encuestados creen que la mujer que se pone minifalda es culpable de que la acosen y el 31% considera que una mujer que va sola a una fiesta es culpable si la violan.
En tanto, el 54% justifica que el hombre le pegue a la mujer si la descubre cometiendo una infidelidad.
“Si bien, de a pocos esto está cambiando, quienes aplican las leyes, los funcionarios, han sido criados con patrones muy arraigados y aplican estos estereotipos de género. Por eso hay policías que no reciben la denuncia porque la mujer no está magullada o que piensan que la violencia psicológica no existe y que mejor vayan y arreglen su situación en casa o jueces que resuelven como el caso en el que argumentaron que una joven no ha sido víctima de violación sexual porque usó un calzón rojo”, explica Garcés de la Defensoría del Pueblo.
Una lucha contra los estereotipos
Estos prejuicios se evidenciaron, incluso, en una sentencia emitida por un juzgado colegiado de Ica, región al sur de Lima. El 19 de enero del 2019, una joven —cuya identidad se mantendrá en reserva— estuvo bebiendo licor con Giancarlo Espinoza Ramos, de 22 años.
A pesar de que ella aseguró que no quería seguir tomando, él le insistió. Tras tomar una copa de vino, la joven — afirmó — que perdió el conocimiento. Al día siguiente, ella amaneció a su lado y huyó del lugar.
En casa, la joven le cuenta a su madre lo ocurrido y juntas decidieron presentar una denuncia. Tras evaluar el caso, el juez decidió absolver al presunto agresor.
Lo que llamó la atención es que una de las razones que alegaron los magistrados para liberar al acusado de la culpa fue que la víctima llevaba puesta una trusa color rojo el día de los hechos.
Según el fallo, la personalidad de la víctima “no guarda relación con la prenda íntima que utilizó el día de los hechos, pues por la máxima de la experiencia, este tipo de atuendo interior femenino suele usarse en ocasiones especiales para momentos de intimidad, por lo (que) conlleva a inferir que la agraviada se había preparado o estaba dispuesta a mantener relaciones sexuales con el imputado”.
Ante el escándalo, el 3 de enero del 2021, la Primera Sala Penal de Apelaciones y Flagrancia de Ica declaró nula la sentencia que absolvía a Espinoza Ramos y los magistrados del Juzgado colegiado fueron suspendidos seis meses por utilizar innecesariamente en su sentencia ‘fundamentos estereotipados’.
Hatun Manca
Pero así como las mujeres han sido capaces de organizarse en plena pandemia para demandar justicia, en otros ámbitos las mujeres se han unido para hacerle frente al impacto económico que ocasionó la llegada del covid-19 al país.
En el 2019 la pobreza monetaria en el Perú llegaba al 21%, un año después, en el 2020, con la pandemia aumentó a 30%.
Ante este panorama las mujeres que vivían en zonas de pobreza y extrema pobreza se organizaron para poner el pan sobre la mesa de sus casas.
“Siempre las mujeres responden a la situación de crisis de manera solidaria. Un ejemplo son las ollas comunes que buscan sacar adelante adelante a las familias”, destaca Garcés de la Defensoría del Pueblo.
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Olla grande
Y efectivamente a tres horas de la capital, a la salida de Lima, se ubica la olla común Hatun Manca —frase en quechua que significa olla grande— en las alturas del cerro del centro poblado La Era en Chosica, una olla común que se formó durante la pandemia.
“Cuando llegó el coronavirus, las vecinas nos juntamos y nos organizamos y dijimos por qué no juntamos lo que tenemos y lo preparamos y tratamos de dar a todo el que se pueda no negarle a nadie un plato de comida. Yo tengo lentejas, yo tengo arroz, yo tengo papa y así este juntamos los alimentos y comenzamos a cocinar.”, comenta Magdalena Laura, al recordar los inicios de esta olla común.
La olla común funciona en un módulo de madera. Aquí las madres de familia preparan cerca de 250 raciones diarias para los comensales que forman sus colas portando sus tapers del mediodía.
Fotos: Víctor Mallqui.
“Nosotros empezamos en la calle con solo una olla. Pero Dios nunca nos abandona y poco a poco la estamos equipando. Siempre hay personas que dan, que donan víveres y cuando no es así con lo que tengamos los vecinos cocinamos, pero ahí sí cobramos el precio módico de 2 soles y con eso compramos todas nuestras verduras, nuestras papas, nuestros condimentos”, agrega, mientras empieza a servir el menú de día: tallarines.
En el Perú existen 3325 ollas comunes registradas a nivel nacional, solo en Lima 1873.
Pero la olla común Hatun Manca no cuenta con el apoyo del Gobierno central, ni del municipio del distrito de manera frecuente por ser una olla pequeña. Las madres de la ollita Hatun Manca confían en que esta situación cambie pronto.
Conoce la Olla Común Hatun Manca aquí:
Un compromiso
Las madres de Hatun Manca han asumido el compromiso de que unidas harán crecer su olla común para el beneficio de la población.
En tanto, las madres de Luchando por la Justicia se han comprometido a continuar exigiendo a las autoridades la atención oportuna y eficaz de los casos de feminicidios en Perú, agresiones contra la mujer y violación sexual.
“Yo puedo decir que habrá justicia cuando el asesino de mi hija sea condenado a cadena perpetua. Y si esta sanción no llega, sé que vendrá la justicia divina y la social en la que todos sepan quién es… y van a decir… tú eres el asesino, violador de Sheyla y solo así podré decir que logré algo para mi hija”, reseña Magaly.
El propósito que ella se ha trazado en la vida: justicia para su caso y para otras familias que sufren por muerte violenta de sus hijas, hermanas o madres.
Por su parte, Rosemary tiene la fe y esperanza en que Dios continuará mostrándole el camino para no permitir que el crimen de su hermana Lesly quede impune.
“Le quiero pedir a la presidenta de la Junta de Fiscales de Huánuco que nombre un fiscal permanente en el despacho que ve el caso de mi hermana, que haga su trabajo. Cómo es posible que en un pueblo tan chiquito no se sepa quién mató a mi hermana. No puede el asesino ser más inteligente que las autoridades. Hay sospechosos, investiguen”, exige Rosemery, mientras muestra la foto de la escena del crimen de su hermana.