La tasa de homicidios en el Rosario quintuplica la media nacional. Un caso emblemático ocurrió en 2020 cuando mataron a un pastor, exconcejal y referente social reconocido por su lucha en la búsqueda de justicia por el asesinato de dos de sus hijos en manos de narcos.
Flavia Campeis – Jorgelina Tomasin
Periodistas FOROS HUMANOS
Rosario, es la ciudad más violenta de Argentina, quintuplicando la tasa de homicidios a nivel nacional. Según datos oficiales, más de un 70% de los homicidios dolosos en esta ciudad están asociados a organizaciones criminales y casi un 75% fueron planificados y no espontáneos, incluso planificados por narcos desde la cárcel.
Los homicidios dolosos, como se llama a los cometidos con intención de matar, vienen creciendo desde hace varios años en esta ciudad del sur de la provincia de Santa Fe.
El año 2022 finalizó con el número más alto de los últimos ocho años, se cometieron 287 homicidios, según datos oficiales. El año pasado Rosario tuvo una tasa de homicidios de 22,1 cada 100 mil habitantes.
Con más de 1 millón 300 mil habitantes, esta ciudad está ubicada en el centro del país, a la orilla del imponente río Paraná, donde se encuentra el puerto agroexportador más importante de Argentina. Esta ciudad, conocida por ser la cuna de la bandera, de artistas como Fito Paez, Roberto Fontanarrosa, los campeones del mundo Lionel Messi y Ángel Di María y donde también nació Ernesto “Che” Guevara, en los últimos años es noticia a nivel nacional e internacional por ser la región más violenta del país.
Rosario, bajo una realidad preocupante
La violencia y las mafias se apoderan de las calles, no solo en los barrios periféricos y más pobres, sino que también la violencia se desata en el centro y en diferentes puntos de la ciudad, sin importar zona ni horario. Según un informe realizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV), Argentina tiene un promedio de cinco homicidios cada 100 mil habitantes, ubicándose muy por debajo de otros países de la región, como por ejemplo Brasil, que alcanza un índice de 21, pero muy por encima de países de la Comunidad Europea, cuya cifra de homicidios registra apenas 1 cada 100 mil habitantes.
En este contexto, Rosario multiplica casi por cinco la tasa nacional y no en vano lleva el título de ser la ciudad más violenta del país. Los rosarinos conviven con sicarios y delincuentes que integran bandas de crimen organizado, dedicadas al narcotráfico, narcomenudeo y delitos vinculados a los mismos. El hecho de contar con el puerto por el que circulan barcos internacionales hace que la región tenga características favorables para el intercambio de cargamentos que pueden circular sin control estatal.
Matar en democracia
Si bien los últimos datos oficiales difundidos en 2022 arrojan 287 homicidios en Rosario, durante la pandemia las muertes por violencia no fueron una excepción y en 2020 hubo 214 asesinatos.
Uno de ellos fue el crimen del pastor Eduardo Trasante, un caso emblemático por tratarse de un exconcejal rosarino, militante social y referente en la lucha contra el narcotráfico y la violencia, tras la muerte de dos de sus hijos en manos de narcos.
Trasante fue asesinado el 14 de julio de 2020 a las 14.40 hs. Ese día, dos hombres golpearon la puerta de su vivienda en zona sur de Rosario, los atendió una de las hijas menores y cuando su esposa llegó a la puerta los sicarios entraron a la casa, bajo amenaza con armas. Trasante apareció segundos después y fue atacado con dos disparos fulminantes: uno en el brazo derecho y otro en el cráneo.
Las estadísticas señalan que la mayoría de los crímenes en Rosario ocurren con armas de fuego y cerca de las viviendas de las víctimas -en el caso de Trasante dentro de su propia casa- según la investigación del CELIV, en los homicidios de Rosario prevalece el uso de armas de fuego en el 90 % de los casos.
Crímenes a pocos metros de hogar
Un dato que se destaca es que más de la mitad de las víctimas mueren a menos de 500 metros de sus domicilios y más del 70 % son asesinadas a tan solo 15 cuadras de sus hogares. Esto demuestra que en los mismos barrios conviven víctimas y victimarios. Así, convergen diferentes factores que pueden explicar esta realidad, como el creciente índice de pobreza, el aumento del crimen organizado y la narcocriminalidad, lógicas mafiosas y un factor vinculado a la violencia institucional y la falta de celeridad en la justicia.
El crimen de Trasante ocurrió en su propia casa, a plena luz del día, y fue ejecutado por sicarios, bajo la orden emitida por el reconocido narco, Julio Andrés «peruano» Rodríguez Granthon, desde el interior de la cárcel.
Tanto él, como otras tres personas, llegaron al juicio que comenzó en noviembre de 2023, indicados como partícipes necesarios del homicidio, aunque no se identificó, tres años después, a los autores materiales de los disparos.
Matan a pobres corazones
Las edades de las víctimas muestran que en el departamento Rosario la mayoría son jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad. Más de la mitad de las víctimas (el 52,5%) tenían entre 15 y 29 años al momento de su muerte.
Justamente, esa era la lucha de Eduardo Trasante: contra la muerte de jóvenes pobres, entre los que se encontraban dos de sus hijos.
Trasante tomó visibilidad hace una década cuando Jeremías, su hijo de 17 años, fue asesinado junto a dos de sus amigos, Claudio “Mono” Suárez y Adrián “Patón” Rodríguez, el 1 de enero de 2012 en una canchita de fútbol de barrio, en lo que se conoce como el triple crimen de Villa Moreno.
Ese primer día del año, por la madrugada, una banda dedicada al narcomenudeo que forma parte de la barra brava de Newell’s Old Boys, uno de los clubes de fútbol más importantes de la ciudad, confundieron a los chicos con integrantes de un grupo rival y dispararon. Los mataron en el acto.
A partir de ese momento, el pastor se hizo visible en diferentes marchas y movilizaciones exigiendo justicia por su hijo y otros jóvenes asesinados. Dos años más tarde, en 2014, mataron a Jairo, otro de sus hijos de 17 años, a la salida de un bar ubicado en el centro de la ciudad.
Eduardo Trasante: un legado de resistencia en Rosario
El periodista Carlos Del Frade, hoy diputado provincial, desde su rol de investigador, sigue las causas por narcotráfico y crímenes en toda la región desde hace décadas y conoció a Trasante al poco tiempo del asesinato de su hijo Jeremías.
Sobre el crimen del pastor, Del Frade consideró que el caso fue de extrema gravedad: «creo que es un mensaje político mafioso. Más allá de las particularidades del caso, la consecuencia es este impacto político que solamente reconoce antecedentes en el asesinato del exdiputado provincial Mario Armas, a principios de la democracia y con el atentado a la vivienda del gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti” y remarcó que “no hay en la historia reciente concejales o exconcejales asesinados en democracia en la región”.
Según Del Frade, el mensaje fue tanto para la política como para la militancia religiosa: “por un lado, Trasante significaba la pastoral comprometida con pelear pibe por pibe para que dejen de ser soldaditos, explotados durante doce horas dentro de un quiosco de drogas cerrado desde afuera. Y desde lo político muestra que se puede matar a un exconcejal, a cualquiera hora y en cualquier momento”.
Crimen y justicia
El juicio por el crimen de Trasante comenzó a finales de noviembre y al debate oral no llegaron los señalados autores materiales ni intelectuales del crimen, quienes hasta el momento no pudieron ser identificados en la investigación del Ministerio Público de la Acusación.
Los imputados en la investigación judicial son el piloto civil peruano, condenado en dos causas por narcotráfico, Julio Rodríguez Granthon, Alejo Leiva, Facundo Sebastián López y Brian Nahuel Álvarez. Se los imputó por el delito de “homicidio doblemente calificado por precio o promesa remuneratoria y con el concurso premeditado de dos o más personas, agravado por el uso de arma de fuego” en calidad de partícipes necesarios y tanto la querella como la fiscalía esperan conseguir una condena perpetua.
Violencia y democracia
Frente a la creciente violencia que en los últimos años tiene a Rosario en el epicentro de lo que ocurre en materia de crímenes y delitos vinculados al narcotráfico en el país, en 2023 desde el gobierno nacional del entonces presidente Alberto Fernández, en un video grabado y publicado en sus redes sociales, anunció el “refuerzo de las fuerzas federales hasta alcanzar en esta etapa los 1.400 efectivos disponibles para la ciudad de Rosario” y
ordenó que “el Ejército argentino, a través de su compañía de ingenieros, participe en la urbanización de barrios populares”, anunciando la instalación de 600 cámaras de vigilancia con reconocimiento facial; mayor control carcelario a reclusos condenados, entre otras medidas.
El fracaso de las medidas anticrimen en Rosario
Todas las medidas estatales parecieron ineficaces en Rosario, el crimen en 2023 continuó creciendo, a lo largo del año se incrementaron las balaceras a edificios judiciales y policiales, uno de los casos que más impacto mediático tuvo fue los disparos y amenazas que sufrió el supermercado de la familia de Antonela Rocuzzo, esposa de Lionel Messi.
En noviembre pasado mataron a un policía que estaba trabajando como custodia en el Hospital Provincial de Rosario y diciembre comenzó con el asesinato de un colectivero de línea urbana de pasajeros, que recibió varios disparos mientras prestaba servicio.
En el medio del aumento de crímenes mafiosos, el crecimiento de la brecha de la diferencia social, de delitos vinculados al narcotráfico, donde muchas veces lo jóvenes encuentran en el narcomenudeo una salida económica a la crisis laboral, en Argentina, han aumentado los pedidos de “mano dura”, más presencia policial y militar y derivó en la última elección presidencial con el triunfo del candidato liberal, de extrema derecha, Javier Milei.
Mientras tanto, en Rosario, como dice en uno de sus temas más conocido Fito Páez, “matan a pobres corazones”.