Alan Cooper Aquino Puga, sobreviviente de un ataque delincuencial, se convierte en activista por los derechos de personas con discapacidad en San Juan de Lurigancho. A pesar de la falta de justicia, enfrenta la persistente inseguridad que afecta al 47% de los habitantes de su distrito. Su historia es un llamado a la acción ante la creciente delincuencia.
Por Karla Velezmoro
Periodista FOROS HUMANOS
Recostado en su cama y con el torso al descubierto, Alan señalaba con su dedo índice cada una de las marcas que los tres impactos de bala le dejaron en su cuerpo. “No sabía cuántas balas me había caído. Recién al mes me enteré que eran tres: la que me cayó en la columna, esta que me dañó el pulmón y esta otra que me rozó el hígado”, dijo.
Así fue el primer encuentro que sostuvimos con Alan Cooper Aquino Puga a tan solo un año del ataque delincuencial que sufrió el 21 de octubre del 2012. Hoy, diez años después, nos recibe en esa misma casa en que lo vimos convaleciente “Recuerdo que yo estaba consciente.Todos gritaban: ¡traigan una ambulancia! Pero nadie hacía nada. Hasta que vino mi hermano y me cargó. Me dijo: tranquilo, todo va a estar bien”.
Aquella madrugada, mientras Alan era trasladado a una clínica, su cuñado Angelo Miranda, otra de las víctimas, moría desangrado en plena avenida de San Juan de Lurigancho, uno de los distritos más populosos del Perú y que acaba de ser declarado en estado de emergencia debido a los atentados perpetrados por extorsionadores. “Yo ya no podía ni respirar. Era como si estuviera debajo del agua. Sentía los ojos pesados. El cuerpo me quemaba. Eso que dicen que ves pasar tu vida como una película, es cierto. Pensé que eran mis últimos momentos. Sentí que me estaba yendo”.
Una vida marcada por balas, pero impulsada por la superación
Hoy, Alan tiene 34 años y puede evocar lo que pasó sin el sufrimiento que lo invadía los primeros años por haber quedado parapléjico. Recuerda que aquel día celebraban en una discoteca el cumpleaños de su hermana Elizabeth, que estaba embarazada de cinco meses, cuando dos sujetos intentaron robarles, al reclamarles se armó un trifulca y a todos los retiraron del local. Ya en el frontis de la discoteca, Alan y su cuñado Angelo fueron baleados por estos mismos sujetos que regresaron en moto minutos después. En las imágenes de las cámaras de vigilancia se aprecia a Angelo tapando con su mano la herida del estómago que sangraba profusamente. En vano, intentó tomar un taxi. Cuadras más adelante terminaría desplomándose.
A diferencia de Angelo, Alan sobrevivió. Pero no fue fácil. “Fueron momentos muy dolorosos”, recuerda mientras se desplaza en su silla semideportiva por los diferentes ambientes de su casa: dormitorio, cocina y el baño, todos adaptados a su actual condición. “Después del intento de asalto, yo me tuve que reinventar. Tuve que aprender a convertir las adversidades en oportunidades”.
Un león atado
Diariamente, Alan debe enfrentar una realidad hostil, sortear obstáculos como cuando tiene que trasladarse de un lugar a otro en una ciudad que no está preparada para convivir con las personas con discapacidad. Sin embargo, para él, la barrera más grande que tienen que afrontar las personas con discapacidad es la actitudinal, la que proviene de los ciudadanos que no respetan sus derechos y de funcionarios públicos que tampoco cumplen con su labor de velar por ellos, a pesar de tener ese encargo.
“Ante este dolor que yo he sufrido como persona con discapacidad, yo decido convertirme en un activista que defiende y promueve nuestros derechos”, comenta a Alan, quien fundó ASPROD PERÚ, un asociación que ha logrado reconocimientos al sacar adelante proyectos como ¨Vida digna”, Miss WheelChair y el primer Club de fútbol adaptado, entre otros. “Yo me siento como un león atado porque quisiera hacer mucho más, pero no pierdo el optimismo de que así será”.
San Juan de Lurigancho en crisis por la inseguridad
La vida de Alan cambió. Es un ejemplo de resiliencia. “Yo nunca obtuve justicia. Los que me hicieron esto a mí y a mi cuñado andan por ahí libres: Por eso yo lucho por los derechos de la gente para que no les pase lo que a mí. Hoy, en el 2023, se vive más en peligro aquí y en Latinoamérica”. Y es que han pasado diez años del ataque delincuencial que sufrió Alan y lo que no ha cambiado y más bien se ha agudizado es el problema de la inseguridad en su distrito.
Según una reciente encuesta de IPSOS, el 47% de los habitantes de San Juan de Lurigancho aseguran haber sido víctimas de algún delito en el último año.
De acuerdo al sistema de Registro de Denuncias Policiales, San Juan de Lurigancho es el distrito con mayor número de robos en el país: 5.931 denuncias. Pero son las extorsiones y el alto nivel de violencia de las amenazas para cobrar cupos de las bandas organizadas lo que ha llevado a San Juan De Lurigancho a ser uno de los distritos declarados en estado de emergencia. “Los asaltos están creando más discapacidad. La Policía necesita contar con mayores herramientas para combatir la delincuencia”, concluye Alan, quien forma parte de las más de millón 200 mil personas que viven en ese distrito.