A pesar de los desafíos, Park Jung-oh sigue comprometido con la ayuda humanitaria, mostrando que los pequeños actos marcan la diferencia.
En la isla Seokmodo, Corea del Sur, bajo el sol brillante y el aire fresco, Park se encontraba en la orilla arrojando botellas de plástico llenas de arroz al mar, destinadas al vecino país del norte.
Este noble gesto, aunque arraigado en la compasión, ha enfrentado desafíos. Desde junio de 2020, una prohibición gubernamental en Corea del Sur había obstaculizado el envío de ayuda humanitaria a Corea del Norte. Aunque la prohibición fue anulada en septiembre pasado, Park optó por esperar antes de retomar su labor altruista.
La historia personal de Park, marcada por la deserción de su padre, un exespía norcoreano, lo ha llevado a este compromiso con el prójimo. Abandonó Corea del Norte hace 26 años, huyendo de la persecución del régimen, y desde entonces ha sentido un fuerte impulso por ayudar a aquellos que sufren en su tierra natal.
Su iniciativa, fundada en 2015 con su esposa bajo el nombre de Keun Saem, se ha convertido en un faro de esperanza para muchos en la provincia norcoreana de Hwanghae. Tras consultar con expertos locales y estudiar los patrones de mareas, Park y su esposa han logrado enviar suministros esenciales a través del mar, sorteando las restricciones geográficas y políticas.
Cada botella no solo contiene un kilo de arroz, sino también una USB con contenido cultural, desde música K-pop hasta una copia digital de la Biblia, con la esperanza de proporcionar un destello de luz en la oscuridad de la opresión.
También, en ocasiones cada botella también contiene un billete de un dólar estadounidense, para que los destinatarios puedan cambiarlo por moneda china o norcoreana.
Park Jung-oh çeyrek asır önce Kuzey Kore’den Güney’e kaçtı ancak ülkesinin insanlarına yardım etmek için, içi pirinç dolu şişeleri akıntı ve gelgitin izin verdiği dönemlerde Güney’den Kuzey’e gönderiyor. pic.twitter.com/QE2riHN9R6
— BBC News Türkçe (@bbcturkce) May 15, 2024
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