La marca de la modelo se escuda en las palabras «deseable, asequible y sostenible», pero ¿de dónde proviene el ‘material de lujo’ que comercia a precios muy bajos?
Noticias Internacionales.
Recientemente la modelo estadounidense, Gigi Hadid, ha lanzado su primera marca de ropa llamada ‘Guest in Residence‘, una empresa que comerciará sus prendas hechas a base de cachemir.
Su objetivo: cerrar la brecha entre la cachemira cara y la moda accesible que durará para las generaciones venideras.
Aunque la marca tiene un norte definido, sus precios y el origen de su material ponen a dudar a la gente.
De acuerdo a su página oficial, la lana de cachemira que usa la marca es proveniente de Mongolia Interior, en el norte de China, lugar donde se produce 67% en el mundo.
Aunque los costes de producción son muy altos, China ha logrado bajar los precios significativamente durante los últimos años.
Según un artículo de la Vanguardia, esto se debe al crecimiento del ganado, sus consecuencias y la explotación de la mano de obra.
Sobre la lana
El término cachemira o cashmere, evoca de inmediato los picos del Himalaya y una región disputada por India, Pakistán y China: Cachemira, precisamente.
Sin embargo, la producción procedente de los altiplanos de Ladakh y Tíbet se reducido significativamente, y el 90% de la producción viene de China y Mongolia.
Este negocio tiene un valor de 4000 millones de dólares y produce 20.000 toneladas, donde 6.500 son de cachemira pura.
La tela se obtiene a partir de un procesamiento del vellón de la pequeña cabra Cachemira que la protege de fuertes temperaturas.

Este proceso se compone en dos fases, donde la primera ocurre en primavera a través de un cepillado manual, hasta conseguir una lana fina llamada duvet. Luego, los pelos se seleccionan, se limpian y se tejen en hilos.


De cada animal se pueden obtener al año unos cien gramos de cachemira, con lo que se necesitan mínimo dos cabras para conseguir un jersey fino, y hasta seis para prendas de tejido más grueso.
El lado oscuro de la cachemir de China
Detrás de este tejido suave y barato, se esconde una serie de injusticias que harían sentir incómodo a cualquiera que lo use.
En China los precios de manufactura han bajado drásticamente debido al aumento del número de animales que pastan en terrenos cada vez más pequeños.
En la actualidad, 29 millones de cabras pastan en las estepas, casi cinco veces más que hace 30 años.
Las cabras necesitan comer un 10% de su peso cada día y, a diferencia del resto de animales de ganado, arrancan la raíz de la hierba y dificultan que vuelva a crecer.
Esto ha provocado la desertización del 25% del terreno, en una zona donde la temperaturas superan los cuatro grados desde 1940, frente a un aumento global promedio de alrededor de 1,5 grados.
Por esta razón, la ONG americana Personas por el Tratamiento Ético de los Animales (PETA), considera que el cachemir es la fibra animal con mayor impacto ecológico.
«La industria contribuye a la degradación del suelo y a su posterior desertificación», afirma la organización en su página web.
Si bien, el prestigio y el ingenio creativo de algunos fabricantes son los factores definitivos que influyen en el precio de cada prenda, el valor de fabricación de los países como Italia y Escocia, son superiores a los que exige la producción china.
Las empresas como la de Gigi optan por los productos chinos por los precios bajos que se obtienen no solo por el gran número de animales, sino también de los bajos salarios.

En palabras del artículo del diario La Vanguardia, china «paga muy poco a los pastores y donde los beneficios se quedan en manos de los intermediarios».
A pesar de los anteriores problemas ya mencionados, se suma a cómo son criados estos animales.
El PETA ha denunciado a través de videos cómo la crueldad reina en varias granjas de China y de Mongolia.
En los video se puede ver cómo los animales son criados de manera industrial, sometidos a peinados continuos e incluso violentos.
Cuando el animal alcanza su mayoría de edad, es considerada sin valor económico y luego es sacrificado en condiciones lamentables.
Esta realidad ha llevado a algunas empresas como H&M a abandonar esta cadena productiva, o a plantear soluciones alternativas, como la cachemira reciclada.
«Para facilitar el progreso, podemos invertir en el creciente mercado de textiles veganos, como el bambú, los acrílicos o la viscosa», propone el vicepresidente de las campañas internacionales de PETA, Jason Baker, en respuesta a las preguntas de 7K.
«Creo que es algo que puede suceder en China. De hecho, muchas de las marcas allí se venden como ‘Hecho en Mongolia’, e incluso graban aquí sus anuncios, porque nuestro país tiene mucha mejor reputación. Pero, en realidad, esas empresas son de la provincia china de Mongolia Interior», defendió un pastor mongol quien trabaja de manera independiente.
Iniciativas más amigables
A pesar del abaratamiento general que ha acostumbrado a los consumidores a optar por productos de dudoso trasfondo y que en muchos casos, son de mala calidad.
Existen otras iniciativas que a pesar de su alto valor, garantizan la buena calidad, mediante una producción sostenible, amigable con el animal y el ambiente.
Empresas como Sustainable Fiber Alliance, The Good Cashmere Standard, el South Gobi Cashmere Project y Naadam son firmas que se han organizado autónomamente.
Estas firmas crearon fincas administradas directamente o trabajando más de cerca con los productores dentro de proyectos de desintermediación similares a los del comercio justo.
Y aunque el precio es considerablemente mayor al de prendas producidas con crueldad animal, es una opción para quienes quieran consumir moda con mayor responsabilidad y menor culpa.