Jóvenes encapuchados de la USAC marchan cada 1 de mayo. Entre amenazas y violencia, alzan la voz por la justicia en Guatemala.
Derechos Negados Latinoamérica
En las calles de la capital guatemalteca, el estruendo de los tambores resuena con fuerza mientras se elevan consignas que rasgan el aire. Son los estudiantes de la Universidad de San Carlos, quienes cada primero de mayo marchan ocultos bajo túnicas y pasamontañas. No es por teatralidad ni tradición: es por miedo. Un miedo heredado de la guerra civil, mantenido por la persecución constante.
Entre ellos está Abichuela, una estudiante de Derecho que prefiere no mostrar su rostro. Sus palabras son firmes: “Sí hay persecución. Por eso no mostramos nuestras caras. Hemos sido atacados incluso por el propio pueblo que pretendemos defender. Pero seguimos aquí, luchando, alzando la voz”.
La marcha, como cada año, se convierte en un grito colectivo contra la injusticia. Pero más allá del simbolismo, los riesgos son reales. Rocío Figueroa, estudiante de Ciencias Políticas, lo sabe bien. En enero recibió una amenaza de muerte por teléfono. Un mes después, el 14 de febrero, encontró su vehículo con tres llantas acuchilladas durante una actividad universitaria. “La violencia ha escalado hasta poner en riesgo mi integridad física y mi derecho a participar como estudiante”, denuncia.
A pesar del temor, los jóvenes no se rinden. Usan la sátira, el arte y la creatividad para hacerse oír. “Nos dicen que somos vagos, borrachos. Pero estamos aquí, sanos, coherentes, luchando por el pueblo”, defiende Abichuela mientras avanza entre pancartas y cánticos.
Las redes sociales se han vuelto otro campo de batalla. En ellas, los ataques buscan desacreditar a los líderes estudiantiles, ridiculizar sus demandas y sembrar duda. “Nos persiguen virtualmente, quieren silenciarnos”, agregan.
Pero su lucha no se limita a los muros de la universidad. También alzan la voz por los líderes comunitarios de los 48 cantones de Totonicapán, en el suroccidente del país, quienes han sido criminalizados por denunciar abusos. “Tenemos lealtad con ellos. Si no son liberados, saldremos nuevamente. Siempre de forma pacífica, pero con firmeza”, afirma Abichuela.
El enojo también se dirige al Congreso, donde recientemente los diputados se aprobaron un aumento salarial. “Ese dinero no les pertenece. Debería ser para los niños que mueren de hambre en este país”, reclama la estudiante. Y no exagera: Guatemala registra una de las tasas de desnutrición infantil más altas de América Latina. Cerca del 50% de los niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica, cifra aún más alarmante en comunidades indígenas y rurales.
Estudiantes de la USAC: estudiar, trabajar y resistir
Para Abichuela, la lucha estudiantil es una forma de vida. “Muchos de nosotros trabajamos, somos padres, sostenemos hogares. Y aún así, seguimos estudiando y luchando. Hay quienes nos insultan al pasar, pero no conocen nuestras vidas”.
En un país donde alzar la voz aún implica poner en riesgo la vida, los estudiantes de la USAC marchan no solo por sus derechos, sino por los de toda una nación que, desde hace décadas, espera justicia.