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En la Ciudad de México, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en un lujo inalcanzable para miles. Entre precios elevados, gentrificación y desalojos forzados, muchas familias enfrentan la precariedad o la expulsión a la periferia.

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En una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo, donde el bullicio de las calles y el ritmo frenético de la vida urbana contrastan con la lucha diaria de millones por un techo digno, el acceso a la vivienda se ha convertido en un privilegio reservado para unos pocos. La Zona Metropolitana del Valle de México, hogar de casi 22 millones de personas, enfrenta una crisis habitacional que ha dejado a miles sin un lugar propio, empujándolos a la informalidad, la precariedad y, en muchos casos, a la marginación.

Una lucha por la vivienda digna en la Ciudad de México

Nayeli Estrada, madre soltera y presidenta de la cooperativa de vivienda Xochiquetzal, conoce bien esta realidad. Tras perder su empleo durante la pandemia y enfrentar discriminación por su orientación sexual, ella y su hijo de cinco años viven en un cuarto de 16 metros cuadrados que le presta su abuela en Coacalco, Estado de México. “Es el único lugar que puedo ocupar dentro de la casa”, relata. “Todo lo que necesito hacer, lo hago aquí adentro, incluyendo a mi hijo. No podemos salir”.

Nayeli Estrada.
Nayeli Estrada, madre soltera y presidenta de la cooperativa de vivienda Xochiquetzal.

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Nayeli forma parte de los 14 millones de familias en México que, según la ONU, no pueden adquirir una vivienda debido a sus bajos ingresos. Con fibromialgia y un hijo neurodivergente, sus opciones laborales son limitadas. “Si estoy viviendo con cuatro mil pesos al mes, ¿cómo tengo para adquirir una vivienda? No me da la vida, ni el tiempo, ni el dinero”, dice con resignación.

Un mercado inmobiliario excluyente

En la Ciudad de México, el precio promedio de un departamento de 45 metros cuadrados ronda los 2 millones 50 mil pesos, una cifra inalcanzable para la mayoría. Según Federico Taboada, director del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva, “una hipoteca de 2 millones de pesos implica pagos mensuales de 25 mil pesos, lo que requiere un ingreso familiar de al menos 75 mil pesos al mes”. Sin embargo, el salario promedio en la capital es de apenas 6 mil 900 pesos mensuales.

Esta brecha ha llevado a que el 20 % de los habitantes de la ciudad renten su vivienda, pagando entre 8 mil y 22 mil pesos al mes. Pero incluso rentar se ha vuelto una odisea. Israel Domínguez, arquitecto de 34 años, ha participado en la construcción de decenas de edificios, pero no puede acceder a un crédito hipotecario debido a la inestabilidad laboral provocada por el outsourcing. “Ni siquiera cumplo los requisitos para que me den un crédito”, confiesa.

arquitecto
Israel Domínguez, arquitecto de 34 años.

Gentrificación y desalojos forzados

La gentrificación ha exacerbado el problema. Colonias como Juárez, Roma y Condesa, antes hogar de familias de clase media, ahora son territorios de inversionistas y extranjeros que compran propiedades para rentarlas en plataformas como Airbnb. Según datos del Instituto de Planeación Democrática, cerca de 27 mil viviendas en la CDMX se usan para este fin, concentradas en alcaldías como Cuauhtémoc y Benito Juárez.

Gilberto Belmont, trabajador de mantenimiento, fue desalojado junto con otras 14 familias de un edificio en la colonia Juárez. “Llegaron con personas de gobierno y policías. Nos sacaron sin dejarnos sacar nuestras cosas”, recuerda. Ahora, vive en un campamento improvisado, donde enfrenta las inclemencias del clima y la falta de servicios básicos. “No podemos movernos porque las rentas son muy difíciles”, dice.

Gilberto Belmont
Gilberto Belmont, trabajador de mantenimiento.

Asentamientos irregulares: la última opción

Para quienes no pueden pagar una renta, los asentamientos irregulares se han convertido en la única alternativa. En alcaldías como Xochimilco, Milpa Alta y Tlalpan, miles de familias habitan en zonas sin servicios básicos, como agua potable y drenaje. Javier García, taquero y residente de uno de estos asentamientos, lleva seis años sin acceso al agua. “Hemos pedido apoyo al gobierno, pero nos lo niegan”, dice.

Don Miguel, un albañil de 50 años, logró construir su casa en uno de estos terrenos después de una vida de rentas. “Es muy bonito construir algo tuyo, a tu gusto”, dice con orgullo. Sin embargo, reconoce que la falta de reconocimiento oficial los deja en el abandono. “No nos reconocen, nosotros nomás trabajamos”.

Don Miguel, un albañil de 50 años.
Don Miguel, albañil de 50 años.

Jóvenes sin futuro habitacional

Para los jóvenes, la situación es aún más desalentadora. Óscar Jiménez, músico de 30 años, tuvo que regresar a casa de sus padres después de no poder pagar la renta de un departamento en Coyoacán. “Hoy en día, los jóvenes no tenemos derecho a aspirar a la vivienda”, dice. Según la OCDE, el 46% de los jóvenes mexicanos vive con sus padres debido a la imposibilidad de acceder a una vivienda propia.

A pesar de los esfuerzos del gobierno por crear viviendas sociales y asequibles, la realidad es que la Ciudad de México expulsa a 100 mil personas al año debido a los altos costos de la vivienda. Muchos terminan en asentamientos irregulares o en zonas periféricas, donde la falta de servicios y la inseguridad son el pan de cada día.

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Una lucha que no se detiene

Mientras tanto, personas como Nayeli, Gilberto y Óscar siguen soñando con un lugar propio. “Queremos dejar un legado para que nuestra historia no se repita”, dice Nayeli, quien lucha por hacer realidad la cooperativa Xochiquetzal, la primera en su tipo en México. “Es la única manera en que mi familia y yo podemos tener una vivienda”.

En una ciudad donde el derecho a la vivienda digna parece más una ilusión que una realidad, la lucha de miles de personas como ellas es un recordatorio de que, en la CDMX, la vivienda sigue siendo un derecho negado para muchos.

Conoce todas estas historias en el siguiente reportaje.

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