Exiliados, censura, represión y miedo: Nicaragua vive una de sus etapas más oscuras bajo el mandato de Daniel Ortega. En esta crónica, Alejandro, desde el exilio, denuncia cómo el régimen ha tejido una red de control que conecta a Nicaragua con Venezuela y Cuba, consolidando un modelo represivo que amenaza con replicarse en América Latina.
Derechos Negados Latinoamérica
En la fría quietud del exilio, Alejandro observa a la cámara con la mirada cansada pero firme. Su voz, impregnada de un dolor profundo, cuenta historias que son menos de héroes y más de sobrevivientes. Historias que son testimonio de una lucha sin tregua, donde la democracia es una promesa rota y el pueblo se ve obligado a elegir entre el miedo al encarcelamiento o la desesperación de una vida en el exilio.
“La situación en Nicaragua está cada vez peor”
Así comienza Alejandro, refiriéndose a un país atrapado entre las garras de un régimen que ha logrado algo que pocos dictadores en la historia reciente han alcanzado: el control absoluto. Un control forjado en los barrotes de las leyes represivas aprobadas por la Asamblea Nacional, y en la violencia sistémica que ha empujado a miles de nicaragüenses a huir en busca de un futuro mejor.
El poder absoluto de Daniel Ortega: un sistema sostenido por el miedo
La gente se va, dice Alejandro, porque no hay más espacio para la esperanza. Muchos buscan escapar del poder opresivo de Daniel Ortega, cuya dictadura se ha ido agigantando en los últimos años, consolidando una red de influencia que se sostiene en la policía, el ejército y, lo que se ha vuelto casi un sello distintivo del régimen, los paramilitares. Estos grupos, organizados por el partido sandinista, aterrorizan a la población y actúan como un recordatorio constante de la crueldad de un sistema que se nutre del miedo.
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Sin embargo, ¿qué hace que Ortega siga en el poder? Alejandro no lo duda: “A diferencia de otros dictadores, Ortega tiene un poder asentado en el ejército, en la policía, y en los paramilitares. Él sabe manejar el miedo como nadie.” Ortega, con su experiencia de varias décadas en el poder, ha aprendido bien los métodos que otros dictadores solo han comenzado a explorar. “Es el maestro de Maduro, el alumno de la Guerra Fría”, añade, aludiendo a una época en la que los métodos represivos y las estrategias de control eran comunes en todo el bloque socialista.
La alianza Nicaragua-Cuba-Venezuela: una estrategia continental
Y es que, para Alejandro, Ortega no es solo el dictador de Nicaragua, sino una pieza dentro de un entramado más grande que involucra a otros países del continente. La relación con Venezuela y Cuba, por ejemplo, no es accidental. “El triángulo Cuba-Venezuela-Nicaragua está alineado en sus intereses: mantener sus agendas personales alejadas de las agendas internacionales, evitando que el pueblo decida su destino. Ellos quieren que las superpotencias resuelvan todo desde fuera, sin darles espacio a elecciones democráticas”, explica.
A medida que la conversación se profundiza, la crítica hacia el régimen de Ortega se vuelve más incisiva. Para Alejandro, la constitución de 1987, esa que se supone debía ser un contrato social entre el pueblo nicaragüense, ya no tiene relevancia. “Es como si no existiera. Hoy, esa constitución ha sido transformada para dar paso a un régimen que no solo controla, sino que busca instaurar una monarquía familiar», afirma. Ortega, asegura, se ha asegurado de que las reformas constitucionales estén alineadas con la perpetuidad en el poder.
La vida bajo vigilancia: el rol de los paramilitares en Nicaragua
En ese “reino tropical”, el control se extiende a cada rincón de la vida cotidiana. Alejandro explica cómo el miedo se extiende incluso hasta las barriadas más alejadas, donde los paramilitares se encargan de vigilar a cada vecino, de sembrar desconfianza y de cortar de raíz cualquier intento de disidencia. «El ‘pan y circo’ de los romanos nunca estuvo tan vigente como hoy en Nicaragua. Ortega lo maneja a la perfección, pero le agrega el miedo», dice Alejandro, mientras describe la atmósfera de represión que consume al país.
La figura de Rosario Murillo, esposa de Ortega, se perfila como otro elemento clave en el aparato de poder. Para muchos, la administración del Estado ha pasado de ser un asunto del presidente a ser una tarea delegada a la primera dama. “Ortega nunca ha querido gobernar, solo mandar. Ella es la que supervisa el día a día del país”, asegura Alejandro, con un leve suspiro.
Nicaragua y su reflejo en América Latina: ¿un ciclo que se repite?
Pero Nicaragua no es un caso aislado. En la conversación se deslizan preocupaciones sobre la influencia de los regímenes de Cuba y Venezuela en otros países de América Latina, especialmente aquellos con gobiernos de izquierda en ascenso. “Cuando veo a Petro en Colombia o a Morena en México, me pregunto si estamos viendo una repetición del ciclo que ya vivimos en Nicaragua y Venezuela. Es el mismo discurso, solo que más maquillado, más ligero, pero al final, van por el mismo camino”, señala, haciendo un paralelo entre los nuevos gobiernos de izquierda en la región y los viejos métodos de represión que marcaron la historia de los tres países.
Las advertencias de Alejandro son claras. “Mirad a nuestros vecinos, mirad lo que pasó en Venezuela, mirad lo que pasa en Nicaragua y lo que pasa en Cuba. El socialismo, el comunismo, nunca ha sido la solución. Y la prueba está en cómo esos regímenes dividen a las familias, dividen a la sociedad, crean un ambiente de terror. Eso es lo que están promoviendo», dice, con un tono grave que deja poco espacio para la duda.
El exilio nicaragüense: dolor, separación y lucha
Pero, a pesar de todo, Alejandro no se da por vencido. «Aquí estoy, y aquí seguiré luchando por mi pueblo», concluye, recordando la desgarradora experiencia de la persecución política, la división de las familias y el exilio. Para él, el dolor de la separación es solo un capítulo de una lucha que, aunque parece perdida, sigue viva en los corazones de los nicaragüenses.
Y mientras Ortega sigue en el poder, y el miedo continúa infiltrándose en las calles, la pregunta persiste: ¿cuándo se detendrá la represión que asfixia a Nicaragua? La respuesta, según Alejandro, está lejos de ser clara. Pero la resistencia, aunque fracturada, sigue viva.
En este video presentamos la historia de Alejandro.