Foto: redes sociales.

Con una mochila al hombro, se acercó al féretro y, sin contener las lágrimas, lloró en silencio durante varios minutos frente al ataúd.

Noticias Mundo. 

Durante el solemne funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, una figura inesperada rompió con la coreografía vaticana: Sor Geneviève Jeanningros, una religiosa de 82 años que dedicó su vida a acompañar a feriantes, personas trans y homosexuales, protagonizó uno de los momentos más conmovedores de la despedida al pontífice.

El ambiente era tan solemne como majestuoso. Cardenales vestidos de rojo, obispos con báculos de marfil y un silencio imponente que parecía suspendido en el tiempo. Todo seguía el estricto protocolo del Vaticano… hasta que apareció ella. Pequeña, con una mochila sobre los hombros y una mirada serena, Sor Geneviève se abrió paso entre la rigidez del ceremonial y se colocó junto al féretro de Francisco para orar en silencio durante varios minutos.

Una amiga del Papa que desafió el protocolo

Aunque no hacía parte de la lista oficial de quienes debían despedirse del Santo Padre —obligatoriamente altos jerarcas de la Iglesia—, nadie osó interrumpirla. Y es que no era una monja cualquiera: el Papa Francisco la llamaba su «enfant terrible», un apodo afectuoso para quien durante más de cinco décadas ha trabajado con comunidades marginadas en Ostia, a las afueras de Roma.

Desde hace 56 años, Sor Geneviève, de la congregación de las Hermanitas de Jesús, acompaña a mujeres trans, feriantes y trabajadores sexuales, a quienes ha llevado en múltiples ocasiones a las audiencias papales de los miércoles. En una de esas visitas, una joven trans fue asesinada poco después. “Se habían tomado una foto con el Papa, se la llevé y él rezó por ella”, relató la monja a medios vaticanos.

De Ostia al Vaticano, una historia de dignidad

Durante la pandemia, Sor Geneviève, junto con el párroco Andrea Conocchia, tocó las puertas del Vaticano para pedir ayuda urgente para feriantes y trabajadoras sexuales trans, muchas de ellas sudamericanas, que quedaron sin ingresos. Su llamado llegó hasta el cardenal Konrad Krajewski, limosnero papal, quien canalizó la ayuda directamente a estas poblaciones.

Y no solo eso: el 31 de julio de 2024, logró que el Papa Francisco visitara el parque de atracciones de Ostia para encontrarse con los feriantes. Un gesto que, como muchos de los que marcó su pontificado, habló de una Iglesia cercana, humana y sin prejuicios.

Un acto final de amor y rebeldía

El gesto de Sor Geneviève en el funeral fue más que una despedida. Fue una declaración de principios, un recordatorio de que la fe también es disidencia cuando se trata de estar al lado de quienes más lo necesitan.

En una ceremonia milimétricamente ensayada, una monja de 82 años con mochila al hombro fue la única capaz de romper el protocolo y honrar al Papa como él lo habría querido: con humanidad, cercanía y valentía.

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